Reflexión Higiene Femenina
La pobreza menstrual es una realidad que afecta a muchas mujer en el mundo y su impacto trasciende más allá de la salud física, afectando áreas fundamentales como la educación y el bienestar psicológico.
En muchos países, la falta de acceso a productos menstruales adecuados genera situaciones de vulnerabilidad que pueden contribuir al fracaso escolar, especialmente en comunidades más desfavorecidas. La pobreza menstrual se define como la incapacidad de acceder a productos menstruales básicos, como tampones, compresas o copas menstruales, debido a la falta de recursos económicos. Esto puede obligar a las personas a utilizar alternativas insalubres o improvisadas, lo que puede generar incomodidad, infecciones y una disminución en la calidad de vida.
Una de las formas en que la pobreza menstrual impacta directamente en el rendimiento escolar es a través de la ausencia o distracción de las estudiantes. Las adolescentes que no pueden acceder a productos de higiene adecuados durante su menstruación pueden sentirse incapaces de asistir a la escuela, lo que a menudo se traduce en un ausentismo escolar. La falta de acceso a productos menstruales adecuados puede llevar a las estudiantes a faltar varios días al mes, perdiendo contenido académico crucial. Además, las incomodidades físicas y psicológicas derivadas de la menstruación sin las condiciones mínimas para gestionarla pueden llevar a una falta de concentración, lo que influye negativamente en su rendimiento en clase.
Por otro lado, la menstruación sigue siendo un tema cargado de tabúes y estigmas sociales, lo que contribuye a la falta de visibilidad y acción en torno a la pobreza menstrual.
En muchos contextos, hablar sobre la menstruación sigue siendo considerado un tema incómodo o vergonzoso. Esto se refleja en las aulas, donde rara vez se aborda de manera abierta y educativa.
La educación sexual en muchas regiones sigue siendo incompleta, y la menstruación se presenta como un tema de poca importancia o incluso como un "asunto privado". Esta falta de conversación y sensibilización perpetúa el estigma y la ignorancia, y hace que las personas menstruantes no se sientan cómodas al expresar sus necesidades o dificultades relacionadas con la menstruación.
Este tabú social y la falta de conciencia también se reflejan en la regulación de precios de productos menstruales. A diferencia de lo que ocurrió con las mascarillas durante la pandemia del COVID-19, donde se implementaron regulaciones para controlar su precio y garantizar el acceso universal, los productos menstruales continúan siendo gravados con impuestos elevados en muchos países como España, lo que hace que sean inaccesibles para muchas personas.
La falta de políticas públicas que garanticen el acceso a productos menstruales a precios asequibles refleja una falta de consideración por las necesidades de las personas menstruantes. Mientras que las mascarillas se consideraron un bien de primera necesidad debido a la emergencia sanitaria, los productos menstruales siguen siendo vistos como un gasto de lujo o no esencial, lo que es una injusticia en términos de equidad de género y acceso a la salud.
En conclusión, la pobreza menstrual es un problema multifacético que afecta el bienestar de las mujeres impactando su acceso a la educación y a la igualdad de oportunidades. La falta de un discurso abierto sobre la menstruación y la ausencia de regulaciones que hagan accesibles los productos menstruales son barreras que perpetúan la desigualdad.
Para combatir estos desafíos, es necesario romper los tabúes, promover una educación menstrual inclusiva y garantizar políticas públicas que aseguren el acceso a productos menstruales dignos y asequibles para todos. Solo así se podrá garantizar que ninguna persona sea excluida de la educación y de la sociedad debido a su menstruación.
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